Crónica de la excursión a las Edades del Hombre y tierras de Sta. Teresa

Con motivo de 5º Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, el pasado 1 de mayo, hemos hecho una preciosa excursión a Ávila, Alba de Tormes y Salamanca. Ha sido sin duda un día para el recuerdo y para el encuentro como parroquia en marcha, tras las huellas de esta gran mujer, mística, escritora, fundadora, reformadora… la Santa Andariega. Una mujer sin duda polifacética y adelantada a su tiempo.

Comenzamos el día a las 8 de la mañana. El conductor nos estaba esperando puntual en la plaza, con un día un poco gris, que nos respetó en todo momento, y que no permitió que nos sufriéramos sus inclemencias. Después de jartarnos con la vida de la Santa, llegamos al convento abulense de Ntra. Sra. de Gracia, primera sede de las Edades del Hombre, donde la gran Escritora fue educada siendo niña. Allí nos esperaba el carmelo y las raíces de la vocación de Teresa que las MM. Agustinas guardan celosamente en la memoria de la Madre María de Briceño, formadora de esta niña alegre, imaginativa y un poco rebelde. Los juegos construyendo ermitas, las correrías hasta Cuatro Postes para convertir moros, las lecturas de libros de caballerías... Poco a poco, en la capilla del misterioso Mosén Rubí y en la Iglesia de San Juan, donde la Mística fue bautizada, nos fuimos introduciendo su vida. A todos nos encantaron las explicaciones, las anécdotas, los detalles de la vida, las obras de arte expuestas... Y para rematar fuimos a ver la casa natal de la Santa y cómo no, el Monasterio de la Encarnación, donde la Santa vivió 29 años. Su celda, la que pudo ser su habitación, su cocina donde también andaba Dios, las dotes de las monjas de otro tiempo… En la Encarnación se entra en contacto directo con Santa Teresa, maestra de oración, como decía el título de la exposición.

Fuimos a comer a nuestra casa de la carretera de Alba en Salamanca, con no poca hambre, ya que tanto saber sobrepasa y el estómago pide tregua. Admirable la acogida de los chicos de Proyecto Hombre, cómo tienen la casa de bien cuidada y lo pendientes que estuvieron en todo momento de si nos hacía falta algo. Muchas gracias por tantas atenciones. Y después de comer, casi sin resuello, a Alba de Tormes. La Villa Ducal estaba preciosa, el Tormes brillando en esas primeras horas de la tarde… En la Basílica inconclusa, continuaba la exposición de las Edades, con la glorificación y canonización de esta Doctora de la Iglesia y su gran influencia. Muy bien explicada y comentada, y mejor montada, la exposición nos hizo adentrarnos en lo que significa para la Iglesia la santidad: "A tiempos recios… amigos fuertes de de Dios", decía Santa Teresa. Acabada la exposición de las Edades, fuimos a ver el apostolado románico-bizantino de la iglesia de san Juan, y algunos también la exposición de Venancio Blanco. Terminamos el recorrido teresiano con una breve oración ante el sepulcro de la Santa, con sus mismas palabras de disponibilidad: "¿Qué mandáis hacer de mi?" La oración nos devolvió la paz y la confianza en Dios, aunque no pudimos venerar las reliquias del brazo y el corazón por estar expuestas en otro lugar.

Y para rematar, Salamanca la blanca, espléndida, llena de vida y bullicio. Allí nos recordaba el Licenciado Vidriera: "Advierte hija mia, que estas en Salamanca, que es llamada en todo el mundo madre de las ciencias, y que de ordinario cursan en ella y habitan diez o doce mil estudiantes. Gente moza, antojadiza, arrojada, libre aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de buen humor". Pues esa gente sin duda nos encontramos por la calle, despedidas de solteros, fiestas de universitarios, la plaza a rebosar… y un tranquilo paseo por los monumentos más señeros de esta "Roma la Chica" que siempre "enhechiza". La pena fue que dado el volumen de cosas a ver, y sobre todo las ganas de ver todo de los viajeros, no pudimos seguir disfrutando de las viandas y vituallas. Y con estas, quedamos emplazados para otra excursión, esta vez a un paraje perdido de los Montes Torozos u otro lugar, para desembarcar, y simplemente comer y pasar el día, sin dar tanto frenesí a otros sentidos.